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miércoles, 4 de mayo de 2011
Fragmento del libro: El ajedrecista y el relojero
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y NUEVA RACIONALIDAD
EL AJEDRECISTA Y EL RELOJERO
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y NUEVA RACIONALIDAD, vol. 2: El ajedrecista y el relojero
21
CAPÍTULO I
CONEXIONES: CIENCIA, TECNOLOGÍA
Y CONTEXTO HISTÓRICO
A lo largo de este primer capítulo del texto estudiaremos cómo la
ciencia y la tecnología por un lado, pero también, ciencia, tecnología y
contexto social van articulándose lentamente a partir de la Modernidad,
adquiriendo esta suerte de imbricación, un desarrollo formidable desde
entonces. En otras palabras, desmitificaremos el hecho de que la tecnología
y la ciencia sean productos ahistóricos, inmutables, neutrales, alejados
de los procesos históricos, políticos y económicos. Precisamente
trataré de dar cuenta de que tanto la producción de teorías y leyes científicas
como el desarrollo de nuevas tecnologías está ligado a los profundos
cambios que se dan a nivel histórico y social. Concretamente, sostendré
aquí que no pueden comprenderse las características con las que
hoy se nos presenta el complejo científico-tecnológico sin dar cuenta de
la particular forma que adquiere el proceso productivo en la sociedad capitalista
y cómo dichas características van configurándose según los avatares
del desarrollo histórico a partir de la Modernidad. Para sostener estos
argumentos se expondrán no sólo las características que adquieren
ciencia y tecnología en dicho contexto histórico, sino también la forma
que asume el proceso de trabajo en la sociedad capitalista, mostrando
cómo unas se relacionan con las otras.
Entonces, en síntesis, en este primer capítulo del libro se analizarán
algunos de los mitos que circulan en el imaginario, para luego ir lentamente
complejizando la mirada acerca de la producción científica y
tecnológica. Posteriormente se presentarán las características que adopta
el proceso de trabajo en las formaciones sociales precapitalistas y en
el modo de producción capitalista. Si esto sale bien, tendremos los elementos
suficientes para contextualizar, en otro punto, la Revolución Científica
del siglo XVII y el surgimiento de la ciencia moderna. Entonces,
con todo estos puntos estudiados comprenderemos mejor cómo se articula
dicho surgimiento con el contexto social, político y económico.
A esta altura cabe una aclaración. El análisis del proceso productivo
en la sociedad constituye una de las tantas maneras posibles de encarar
el estudio de la producción científica-tecnológica y de la complejidad
social en general. Existen otros enfoques o modelos epistemológicos1
interesantes, sin embargo, creo que la mejor manera de comprender
la complejidad de los fenómenos que estamos estudiando es analizar
el modo en que las sociedades producen sus medios de supervivencia. En
efecto, estudiar cómo una sociedad determinada produce y se reproduce
a sí misma mediante el proceso de trabajo, permite comprender, a su
vez, el modo en que esa sociedad organiza sus relaciones sociales y construye
ideología.2
En toda sociedad existen individuos que para subsistir tienen que
satisfacer necesidades tales como comer, vestirse, tener vivienda, etc. Para
ello, los individuos se apropian de la naturaleza por medio del proceso
de trabajo en cooperación con otros individuos. Además de producir bienes
materiales para satisfacer sus necesidades, las personas entablan relaciones
sociales para la producción de dichos bienes y un conjunto de
ideas acerca de cómo están estructuradas esas relaciones y acerca de la
sociedad misma. Esto es así desde tiempos inmemoriales. Imaginemos una
comunidad primitiva en procura de alimento. La caza de un venado o un
búfalo no puede realizarse individualmente. El peligro al que cada integrante
de la comunidad estaría expuesto sería enorme. En efecto, desde
épocas prehistóricas, los seres humanos han tenido que pautar el proceso
de trabajo en relación con otros seres humanos desarrollando, no
sólo los artefactos y herramientas necesarios para tal fin sino también,
la manera de mantener vigentes las relaciones sociales que les permitieron
producir sus medios de subsistencia y reproducirse, junto con la ideo-
logía que permitía, a su vez, reproducir las relaciones sociales. La precariedad
de la vida en épocas prehistóricas y el hecho de no poder generar
más bienes que los que se consumirán día a día, hacía que estas sociedades
no tuvieran la posibilidad de desplegar los medios que les permitieran
un fuerte progreso tecnológico y cultural. Sin embargo, con el
tiempo las cosas irán adquiriendo ribetes significativos o más complejos.
La dialéctica entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
sociales dentro de la sociedad condicionará, como veremos más adelante,
el desarrollo de nuevas formas de vida y cultura.
Pero no vayamos tan rápido. Comencemos por resignificar algunas
de las ideas que hoy en día tenemos dando vueltas por allí en relación
a la ciencia y la tecnología, mostrando que dichas ideas tienen que
ver con ciertos mitos que se reproducen acríticamente en diversos medios
y dan cuenta de la naturalización de cierto modo de pensar y llevar
a cabo la producción científica y tecnológica.
Los mitos científico-tecnológicos
La tecnología ha ocupado, desde tiempos antiguos, un lugar destacado
a la hora de transformar la naturaleza para cubrir las necesidades
humanas. En efecto, desde el principio de los tiempos, la supervivencia
del ser humano ha dependido de su habilidad por transformar el entorno
natural haciendo frente a las adversidades mediante el uso de instrumentos,
artefactos, herramientas y procesos productivos.
Los pueblos prehistóricos realizaron importantes desarrollos técnicos
que les permitieron introducir significativas mejoras en sus condiciones
de vida. La agricultura y la ganadería, la metalurgia, la fabricación
de herramientas, el modo de encender el fuego, el desarrollo de lanzas,
arcos y flechas, la alfarería, la tejeduría y la escritura constituyen
adelantos claves que no sólo permitieron a los antiguos seres humanos
mejorar sus condiciones de existencia, sino que, además, posibilitaron un
amplio desarrollo en sus facultades físicas y mentales. No debemos olvidar
el hecho de que hacia el año 3500 a.C. los pueblos antiguos ya habían
inventado la rueda, eran conscientes del cambio de las estaciones y
de ciertos fenómenos en los cielos. Debemos reconocer pues, que los
antiguos sabían mucho sobre su entorno y que, por otra parte, habían
desarrollado diversas herramientas para apropiarse de la naturaleza transformándola.
Sin embargo, si bien nuestros remotos antepasados sabían muchas
cosas, su saber difería considerablemente del conocimiento que hoy denominamos
científico y sus desarrollos técnicos no tenían ningún punto
de comparación con los sofisticados diseños realizados a partir de la aparición
de la ciencia en la Antigua Grecia. Ni qué decir si tenemos en
cuenta los progresos producidos desde la Revolución Científica del siglo
XVII hasta nuestros días. Volveré sobre este punto más adelante cuando
nos adentremos en el desarrollo de la ciencia moderna. Quedémonos
por ahora con lo siguiente: las ideas de causalidad propias de los pueblos
prehistóricos, sus concepciones metafísicas y procedimientos, el carecer
de la concepción de leyes de la naturaleza, no permitieron el grado de
desarrollo propio de la ciencia moderna con su concepción mecanicista
de la naturaleza. De algún modo, dada la imposibilidad de elevarse en
el plano abstracto para producir leyes universales que expliquen todos los
fenómenos naturales, las sociedades ágrafas prehistóricas sólo podían elaborar
explicaciones particulares para casos puntuales; explicaciones que,
además, se encontraban muy ligadas a la experiencia cotidiana. Por ejemplo,
se buscaba una explicación para el relámpago de hoy y otra para el
del día siguiente, un dios provocaba la inundación de esta estación, el
enojo de otro había provocado la del año anterior en otro sitio. Todo esto
impedía a estas culturas ir más allá del ensayo, prueba y error a la hora
de fabricar herramientas, con lo cual el desarrollo y progreso tecnológico
se hacía tremendamente lento.
Por una cuestión de espacio y puesto que no es el objetivo de este
punto, no me extenderé demasiado en el tratamiento de estas interesantes
cuestiones históricas.3 Es importante sólo destacar el hecho de que la
tecnología nos ha acompañado desde tiempos inmemoriales y que ha ido
desarrollándose lentamente a lo largo de la historia adquiriendo un im-
pulso formidable a partir de la Modernidad y el desarrollo de la ciencia
moderna, tema que será tratado más adelante. Veremos que el lento desarrollo
de herramientas y artefactos tecnológicos operados desde la Prehistoria
hasta la Edad Media, signado por el ensayo, prueba y error y
fuertemente condicionados por la tradición en el arte de su construcción,
adquiere un envión significativo durante la Modernidad. A partir de entonces
y dadas las características del contexto social, político y económico,
las conexiones e intercambios entre ciencia, tecnología, significados
culturales, ideas y procedimientos comienzan a aceitarse de tal modo
que, llegado un punto, será difícil distinguir qué es ciencia y qué es tecnología.
Efectivamente, la cada vez más intrincada relación entre ambos
campos del saber adquiere un altísimo grado de complejidad como consecuencia
de las demandas de innovación y desarrollo propios de la Revolución
Industrial. A partir del siglo XVII, la ciencia se convirtió en
el cimiento de nuevos inventos que favorecieron el desarrollo de la tecnología
y la industria. A su vez, la tecnología comenzó a convertirse en
una herramienta al servicio de la ciencia, cuestión fácilmente comprobable,
por ejemplo, si consideramos el desarrollo de instrumentos que
facilitaron la observación y experimentación tales como el telescopio o
el microscopio.
La complejidad de la cuestión, dadas las características que el complejo
científico-tecnológico ha adquirido en nuestros días, hace que sea
prioritario una permanente crítica sobre la tecnología, sus condiciones de
posibilidad y efectos sobre las sociedades. Hoy como nunca, ciencia, tecnología,
procesos sociales y políticos se encuentran imbricados unos con
otros, constituyendo un sistema de relaciones. Esta permanente reflexión
y crítica sobre el impacto de la tecnología sobre el resto de los componentes
de dicho sistema se llevará a cabo, entre otros ámbitos, desde la
filosofía de la tecnología y en general, desde los estudios multidisciplinarios
acerca de la Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
Esta actividad crítica, que suele pasar por desapercibida, comienza
por desnaturalizar algunos de los mitos4 que pululan en los medios de difusión...
1. El concepto “modelo epistemológico” designa a cada una de las formas de concebir
el conocimiento en ciencias sociales y los medios para obtenerlo.
2. En este trabajo no se utiliza el término ideología en un sentido peyorativo o desde
una posición en la que la ideología constituye una suerte de mentiras con el propósito
de beneficiar los intereses de unos pocos conspiradores. Se empleará el término
para hacer referencia a la manera en que se expresa por diferentes medios, la forma
de ver el mundo de la clase dominante.
3. Aquellos lectores que estén interesados en el tema pueden consultar Lindberg,
D. (2002): Los inicios de la ciencia occidental. La tradición científica europea en
el contexto filosófico, religioso e institucional (desde el 600 a. C. hasta 1450). Barcelona:
Paidós.
4. Según el diccionario de la Real Academia Española, algo o alguien a que se
atribuye cualidades o excelencias que no tiene o bien una realidad de la que carece.
domingo, 17 de abril de 2011
Un cuento
La última partida
por GHS
La derrota de rodillas se ve más grande
J. de San Martín.
Hace ya muchos años que viene haciendo lo mismo. A determinada hora del día, arroja su pesado cuerpo sobre una silla, pone los codos sobre la mesa y espera que sus manos atajen su cabeza, armando una telaraña con sus dedos, para evitar que las ideas lo abandonen en esas horas. Ha hecho lo mismo durante años y hace años que intenta saber si es importante o no: algunas personas piensan que sí y por ello ha sido su profesión.
Las pasiones que desataban comenzar con este ritual, el de arrojar su cuerpo sobre la silla, poner los codos sobre la mesa y con sus manos atajar su cabeza, se han apagado hace mucho tiempo y ha devenido en una actividad rutinaria y a veces pesada: descubrir la forma en que 32 maderas encajen de cierta forma en 64 cuadrados, mientras un tipo enfrente hace exactamente lo mismo pero para su provecho, es algo que ya dejó de tener algún contenido artístico o metafísico. Hace rato que cree haber entrado en la médula de todo y sabe que por la única razón por la que hace eso es por vanidad. Pura y simple vanidad. Vanidad alimentada al ver su nombre en los primeros lugares de la clasificación, vanidad que crece al verse en diarios, revistas y libros publicados en otros idiomas, vanidad al ver la cara de asombro de los aficionados tras las extrañas formas que describen sus piezas. Vanidad de hacer de un simple juego un medio de vida. Vanidad por donde se lo mire. Pero ya está cansado de todo: de los viajes, los unos, los ceros, los medios, las mesas, las sillas.
Decidió poner fin a todo esta farsa (porque eso es lo que realmente sentía), jugar su último torneo y luego largar todo. No le importa el futuro, porque está convencido de que no tuvo pasado. No lamenta haber consumido casi toda su vida en esta tarea, en todo caso sabe que algunas de sus partidas perdurarán y que en alguna computadora o libro un aficionado, reproducirá una de sus partidas y sus ideas se mantendrán vivas. Otra vez la vanidad se hace presente... Arroja un último suspiro y lanza su peón dama a lo que el destino le depare...
1.d4 Cf6 2.Cf3 g6 3.Ag5 Ag7 4.Cbd2 c5 5.e3 0-0 6.Ad3 d6 7.c3 Dc7 8.h3 Cc6 9.0-0 cxd4 10.exd4 Tb8 11.Te1 e5 12.Cf1 Te8 13.Cg3 h6 14.Axf6 Axf6 15.d5 Ce7 16.Ab5 Tf8 17.Ce4 Ag7 18.Db3 f5 19.Cg3 Rh7 20.Tad1 g5
De pronto se da cuenta que estuvo moviendo las piezas sin ningún sentido. Su rival, un joven prometedor, tampoco estuvo muy preciso y parece desconcentrado: piensa 1 o 2 minutos, juega y de vuelta a conversar con sus amigos. Tuvo ganas de ofrecer tablas e irse cuanto antes y terminar con todo, pero se daba cuenta que la ambición y la vanidad se lo impedían. No estaría mal darle una lección a este pibe, para que se siente sobre el tablero y deje de creer que jugar al ajedrez es mover las piezas y hablar en voz alta sobre la novedad teórica de X jugador, o lo malo qué es Y jugando finales o la suerte que tiene Z , porque está siempre perdido y consigue zafar. "No pibe- murmura-así no es el ajedrez... " La fatiga lo vuelve a vencer y cuando está a punto de jugar a4 y ofrecer tablas se arrepiente. Su rival no está en su silla, así que se imagina una situación incómoda: hacer 21.a4 (que ya no le gusta tanto) y esperar que el rival venga, se siente y lo escuche ofrecer tablas. No, no quiere pasar por esto: que se termine de otra forma, o gano o pierdo, qué importa?, piensa. Mira otra vez el tablero, o mejor dicho, mira por primera vez en esta partida el tablero. El reloj que marca que le resta 0:41 minutos contra 0:59 de su rival. Terminemos con esto, se dice en voz baja y juega:
21.Cxe5 Axe5 22.Txe5 dxe5 23.d6
La sala de juego cambia de clima. "Che, fulano sacrificó una torre" se escucha y de pronto se empieza a concentrar la gente sobre la mesa 4. "Y dá?" preguntan otros... mientras el joven prometedor deja de lado sus charlas y retuerce sobre su silla hasta el final de la partida.
23...Dd8 24.d7 a6 25.De6
25...axb5 26.Td6 Cg8 27.Ch5 De7 28.Dg6+ Rh8 29.d8D Txd8 30.Txd8
30...Dh7 31.Df6+
Su rival abandona, mientras el público que se encontraba alrededor de la mesa, se retira del lugar alabando la partida del conductor de las blancas. En el reloj de las blancas quedaban aún 0:12 minutos, mientras que en el de las negras 0:04.
Al tiempo la prensa del ajedrez titularía: "La última partida de una joven promesa"
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